El debate entre la coexistencia de una competición deportiva, con todos los valores que la acompañan, y el negocio de muchos de los agentes que intervienen en ella, no es nuevo. El dilema entre uno y otro eje de interés prioritario sigue vigente después de mucho tiempo con una novedad destacada. Las oportunidades que el deporte ofrece, sobre todo en aquellas manifestaciones de interés mayoritario para los amantes del espectáculo, son crecientes. Esta afirmación resulta especialmente relevante desde el momento en el que las cifras constatan el aumento progresivo de los seguidores del deporte de masas y, desde otra perspectiva, cómo dichos seguidores contemplan el espectáculo deportivo en el sentido más amplio del concepto de entretenimiento. Bajo este punto de vista, los valores intrínsecos de la práctica deportiva empiezan a quedar relegados, cuando menos, a un segundo plano.
Recientemente han aparecido dos noticias que abundan en esta dirección. El Rasen Ballsport (RB) Leipzig, actualmente en la B del campeonato de fútbol en Alemania, visitó hace unas semanas el terreno de juego del Unión Berlín. El club de la actual capital alemana es una entidad que se rige por los principios de cualquier cooperativa. Disputa sus partidos en el Red Bull Arena, mientras que el himno del Unión Berlín lo canta Nina Hagen, cantante punk admirada por los seguidores del equipo berlinés. Estos mismos aficionados se han mostrado reiteradamente contrarios a la irrupción del dinero de las grandes fortunas en el mundo del fútbol, señalándolos como los causantes de las grandes desigualdades existentes en el fútbol actual. El terreno de juego del Unión Berlín apareció en el partido de referencia engalanado de manera muy especial: los cerca de 20.000 seguidores locales se vistieron de negro, mantuvieron –con gran esfuerzo y mejor convicción- silencio durante el primer cuarto de hora de partido y sustituyeron su voz y cánticos por una enorme pancarta que rezaba: “la cultura del fútbol murió en Leipzig” y por octavillas explicativas que denunciaban la situación creada en Leipzig señalando que “nuestro rival de hoy encarna todo lo que nosotros en Unión no queremos del fútbol…” en referencia clara e inequívoca a la ayuda financiera de Red Bull al RB (que no son oficialmente las iniciales de Red Bull) de Leipzig. Una forma bien elocuente de atribuir a la aportación de ingresos, más allá de las contribuciones de socios y aficionados, el mal de la competición en el sentido de la ausencia de los valores más arraigados en el deporte aficionado: acciones de marketing que son posibles siempre que los ingresos lo permitan, intereses de grandes corporaciones y grupos financieros que ven en el deporte profesional una vía extraordinaria para rentabilizar sus aportaciones y una gestión profesional de la entidad deportiva, modelo alejado de la autogestión.
En Medellín, Colombia, hace también unas pocas fechas, se enfrentaron uno de los clubes de la ciudad, el Deportivo Independiente de Medellín, y el Tolima. Los seguidores locales, es decir los hinchas del Deportivo Independiente, mostraron su repulsa hacia el hecho inusual que preside la competición de fútbol profesional en Colombia desde hace unos años. El patrocinador principal de la liga colombiana, la Liga Postobón, es además el patrocinador del equipo más laureado en la última época en el fútbol colombiano: el Atlético Nacional también de Medellín. El grupo de seguidores del Deportivo Independiente que protestaron de esta manera son miembros del grupo antifascista Antifa Medallo. En esta oportunidad, de manera parecida a lo sucedido en Leipzig, la pancarta exhibida decía “El fútbol es del pueblo. #NomásLigaPostobón”. Postobón es una empresa que se dedica a la fabricación y distribución de bebidas refrescantes y es líder en el mercado de este tipo de productos en Colombia. Postobón apostó hace unos años por el fútbol como medio para reforzar las campañas publicitarias llevadas a cabo hasta entonces por los medios y canales más ortodoxos. El círculo (competición y clubs con el mismo patrocinador) se cierra mediante la retransmisión de los partidos ofrecido por RCN TV y Radio que también es propiedad de Carlos Ardila Lülle. El movimiento Antifa Medallo manifestó su intención de reiterar las protestas, a pesar de las amenazas de sanciones deportivas apara su equipo, en próximas fechas.
Las dos circunstancias tienen algunos elementos comunes: las respectivas aficiones han utilizado medios de comunicación clásicos en los estadios de fútbol para dar a conocer sus puntos de vista. La pancarta, realizada con medios más bien artesanales que de producción con aportaciones de diseño o materiales, daba el mensaje de manera directa y concisa, casi como si los autores de la idea la hubieran pensado para publicarla en un twitter. La nota curiosa la proporciona la pancarta en Medellín, en donde la segunda frase si está pensada para su divulgación en las redes sociales al incorporar el hashtag para la segunda frase. Otra curiosidad la proporciona el resultado del partido celebrado en el ambiente descrito: Unión Berlín ganó a RB Leipzig por 2-1. Unión Berlín todavía no se había estrenado como ganador en el campeonato, mientras que el RB Leipzig visitaba Berlín en condición de líder de la B de Alemania. Deportivo Independiente, en cambio, sucumbió frente a Tolima por 2-3.
A parte de las incidencias del resultado deportivo y del ambiente generado, y regresando al comienzo del escrito en el que propongo un tema para la reflexión y el debate, es preciso resaltar que en la anécdota (o menos anécdota quizás de lo que parece) subyace una realidad incuestionable. La brecha entre el deporte aficionado y el deporte profesional se hace cada vez más amplia como también se hace cada vez más evidente la separación entre clases sociales en la mayor parte de los países, sobre todo entre los más afectados por la crisis económica y entre los países emergentes.
Los estudios de Szymanski, entre otros, revelan que la relación entre la capacidad de generación de ingresos de los clubes profesionales de fútbol y el éxito deportivo es directa, positiva y de fuerza estadística considerable. De este modo, aquellos equipos que desean alcanzar el éxito deportivo se ven abocados a hurgar en la maraña de posibilidades de generación de ingresos para disponer de capacidad suficiente para atraer el talento deportivo (entrenadores, preparadores físicos y jugadores) que les garantice, por lo menos en el medio plazo, un buen resultado en las competiciones en las que participa. El ingreso marginal puede ser determinante para dar el salto cualitativo que lo sitúe en la cima del fútbol profesional en las competiciones de sus respectivos países, las competiciones continentales e internacionales. Dicho ingreso marginal puede provenir de un mayor rendimiento del aforo de los estadios (ticketing), de la mejor negociación de los derechos televisivos, del merchandising o, finalmente, de las aportaciones espectaculares de mecenas o de grupos financieros.
Leipzig encontró en Red Bull (o viceversa) la piedra filosofal: el equipo ha ido escalando posiciones en el fútbol profesional alemán y es muy probable que en la próxima temporada compita por lugares que le den derecho a participar en las competiciones internacionales en Europa, junto a los consagrados Bayern de Münich, Borussia Dormundt, Schalke O4, entre otros. Las banderas negras situadas estratégicamente en el perímetro del estadio por parte de los seguidores berlineses atacaban a la raíz de la estrategia empresarial de Red Bull, u otras, representada en esta ocasión por el equipo de Leipzig. Las banderas permitían leer la frase “el fútbol necesita participación, fidelidad, emoción, tribunas de a pie, tradición, fair play financiero, pasión, transparencia, historia e independencia”. Seguramente algunos de estos conceptos han desaparecido del fútbol profesional, lo que no significa que estén necesariamente presentes de manera inexcusable (aunque sí deseable) también en algunas facetas del deporte aficionado. Red Bull ha empezado en Alemania por abajo después de ensayar en otros deportes, de manera muy exitosa para su marca, y también en el fútbol ( de hecho, el RB Leipzig es el quinto equipo de la empresa de bebidas energéticas en el mundo, después de los qua ya ondean su enseña en Austria (Salzburg), Brasil, EE.UU. y Ghana. La inversión en Liepzig ronda los 100 millones de euros y se ha situado en el equipo mencionado, después varios intentos fallidos con otros clubes de la ciudad, adquiriendo sus derechos cuando militaba en la 5ª división alemana, hace apenas 5 años.
La habilidad de Red Bull para no vulnerar las reglas del juego de las entidades deportivas que compiten en el futbol alemán has sido considerables. La federación alemana de fútbol no permite que los clubes luzcan el nombre de sus patrocinadores. Red Bull encontró en Rasen Ballsport la solución por la coincidencia de las iniciales. Además, la misma federación deportiva exige que la propiedad de los clubes esté, por lo menos, repartida entre ocho manos distintas. RB Leipzig tiene nueve propietarios pero, casualmente, todos ellos son empleados de la empresa patrocinadora.
La reivindicación en Colombia tiene un tinte más social. Los detractores de la presencia de dinero de empresas patrocinadoras en el mundo del fútbol denuncian que las inversiones exitosas de las empresas patrocinadoras esquivan completamente a las instituciones deportivas que contemplan sin apenas capacidad de negociación las decisiones que les afectan. El grupo empresarial presidido por Carlos Ardila Lülle tiene más de una veintena de empresas. Las banderas en Medellín reclaman también un fútbol más limpio, más popular y de la gente.
La disputa está servida. La propiedad ¿debe estar en manos de los aficionados de los clubes privados o de los accionistas de las sociedades anónimas deportivas? O dicho de otro modo ¿de los seguidores o de los inversores? Las decisiones importantes para la entidad las debe fijar la asamblea de socios que pagan sus (a veces) modestas cuotas, o de los accionistas que, en ocasiones, son completamente ajenos a la vida de las entidades. Este es un aspecto que toca directamente a la gestión y su profesionalización es un aspecto clave para garantizar no tan solo la probabilidad de éxito sino más bien la pervivencia de la propia institución. En el futuro es posible que veamos cómo las marcas de los patrocinadores sustituyen a los escudos de los clubes, los himnos dejan paso a los spots publicitarios, de la misma forma que el nombre de los estadios ya no son el lugar ideado para rendir homenajes póstumos a los grandes héroes de la entidad, sino que se convierten en un espacio privilegiado para anunciar una gran marca. Podemos, sin embargo, pensar en la necesidad de contar con un deporte del fútbol más auténtico en el sentido de que reproduzca lo que fue el inicio de su práctica a finales del siglo XIX. Esto significaría probablemente regresar a un deporte en blanco y negro, con menos repercusión mediática, con menor seguimiento de las competiciones lo que también disminuiría la posibilidad de disfrutar como espectadores de uno de los espectáculos más fabulosos del mundo. Una propuesta para terminar. Estoy convencido de que hay espacio para el fútbol espectáculo de primer nivel y para su convivencia con el fútbol aficionado en el que también existe espacio para las grandes creaciones y para las figuras, como ha sucedido en el deporte del balón desde sus orígenes.
Carles Murillo Fort
Co-Director del Máster en Dirección y Gestión de Entidades Deportivas