Coincidiendo con la celebración del Mundial de fútbol de Brasil que se está disputando estos días, es una buena oportunidad para rescatar un interesante post de Carles Murillo (Co-Director del Máster en Gestión del Deporte de la Barcelona School of Management) que escribió en su blog y en el que rinde homenaje al recuerdo histórico del primer campeón del mundo, Uruguay.

“Hoy, 13 de junio, se cumplen 81 años del primer gol en un mundial de fútbol. El francés Lucien Laurent consiguió inaugurar el marcador en un partido que enfrentó a la selección francesa con la mexicana. El partido terminó con la victoria de los franceses por 4 a 1. En la confluencia de las calles Coronel Alegre y Charrúa de la ciudad de Montevideo se conserva, con un escueto memorial, el punto en el que se dio comienzo a este partido. Era la cancha de Peñarol en el barrio de Pocitos. El anglicismo del rótulo señala que este era el “field de los Pocitos de Peñarol” entre los años 1921 y 1930 y refleja la influencia de los británicos en los inicios de las competiciones tanto nacionales como internacionales.

monumentoBraceli, sin embargo, sitúa califica de error ecuménico la suposición que Adán y Eva mordieron la manzana prohibida. Para el ensayista y periodista de Luján de Cuyo, en Mendoza, los hechos sucedieron de otra forma: “por empezar, a ningún árbol le gusta ser decorativo, inocuo. Aquel árbol, como todo árbol que se precie, le ofreció su fruto a un espléndido cuerpo que por allí andaba. Eva, el espléndido cuerpo, tomó la manzana. Adán la vio redondita, a la manzana. Esperá, no te la comás, Pasámela- le dijo. Eva, magnífica compañera, accedió. Acto seguido, Adán, obedeciendo al mandato de unos genes imperiosos, no quiso tomar la manzana con la mano: la dejó caer y rodar por el suelo y desde allí la alzó apenas con la puntita de su pie izquierdo –era zurdo el muchacho- subió la manzana a su empeine y empezó a darle levísimos y cadenciosos golpecitos… tac… tac… tac… tac… ¡grande Adán¡… tac… tac… tac… tac… Con el último tac Adán la elevó un par de metros, se perfiló y, al caer, con la parte interna del pie la empalmó en un ángulo del cosmos, a la manzana” (Rodolfo Braceli, De fútbol somos. La condición argentina. Editorial Sudamericana. 2001).

La lápida conmemorativa reza “Cero a cero y pelota al medio”. Nada más elocuente para significar el momento de inicio de cualquier partido de fútbol. Independientemente del talento situado a cada lado de la línea divisoria del terreno de juego, de la historia y de los precedentes, en el momento del pitido inicial, compiten por el triunfo dos equipos en igualdad de condiciones.

A las 15 horas y 9 minutos del 13 de junio de 1930, Laurent inauguró el marcador. Queda un recuerdo de la línea de gol y de una de las escuadras, “donde duermen las arañas”, reza el rótulo conmemorativo en la misma calle del Coronel Alegre entre Charrúa y Silvestre Blanco. La otra portería debe estar sepultada por la vivienda que se adivina enfrente. Desconozco, no pude averiguarlo, si el propietario de esta vivienda posee el resto del tesoro en su jardín. Creo que la importancia histórica del momento requeriría una mejor atención por parte de la intendencia montevideana y de los amantes del fútbol, inmensa mayoría entre la población uruguaya, tan orgullosos como pocos de su cuadro nacional, “la celeste”.

El fútbol recorrió un largo camino desde entonces. Cambiaron las disposiciones tácticas, los quilómetros recorridos por los jugadores, el número de asistentes, el de los seguidores a través de los distintos medios de comunicación, pero queda un elemento imperturbable: el juego siguen disputándolo once contra once, y uno de ellos es el guardameta, golero o arquero, como suelen calificarlo cerca del río de la Plata.”