Por Carles Murillo –
Los analistas coincidieron en su momento en señalar que el modelo del deporte profesional, y del fútbol en particular, había cambiado con la llegada de la televisión y otras nuevas tecnologías que facilitan la comunicación y la información. Una simple ojeada a la estructura de los ingresos de los clubes más destacados en el panorama internacional nos proporciona la pista inequívoca de estos cambios. El porcentaje de los ingresos que proviene de las taquillas y otros usos de las instalaciones donde se realiza la práctica deportiva ha perdido peso en el volumen de facturación de los clubes a lo largo de las dos últimas décadas. Las partidas correspondientes a los ingresos por patrocinio y derechos de televisión has ganado terreno en detrimento de los ingresos derivados del espectáculo en directo.
El panorama por el que atraviesan las economías de la mayoría de los países occidentales ha modificado sustancialmente las posibilidades de apoyo por parte de los patrocinadores de la mayor parte de los clubes de fútbol en Europa, lo que se ha puesto de relieve de manera muy acentuada en la Liga BBVA en los dos últimos ejercicios. La fuente de los ingresos por el patrocinio se ha ido secando de forma acentuada y, en la actualidad, son minoría los clubes que gozan todavía de sustanciosos aportes de las empresas patrocinadoras, descontado el efecto de los suministradores de ropa y calzado deportivo. Este, entre otros factores, hace que saldar las cuentas de manera financieramente saludable sea una tarea al alcance de unos pocos.
Las deudas de los clubes españoles a la Agencia Tributaria española alcanzan la cifra de los 752 millones de euros (490 entre los 20 equipos de la Liga BBVA, 184 millones de los 22 de la Liga Adelante y 78 millones entre el resto de equipos profesionales), según estimaciones del gobierno, amén de otros 10 millones de deudas pendientes con la seguridad social y una cifra difícil de estimar de deuda con empresas y entidades públicas. La cifra de la deuda, además, ha crecido en los últimos cuatro años cerca de 150 millones de euros. La sostenibilidad del negocio del fútbol profesional queda en entredicho y abre un panorama de dudosa supervivencia en las condiciones actuales y en la aparente abundancia en la que los clubes han vivido en los últimos años.
Sin embargo, el negocio del fútbol nos sorprende con oportunidades diferentes, lo que es un síntoma de vigencia de su atractivo para los agentes económicos. Los fondos de inversión en deportistas de élite no constituyen una aportación novedosa por mucho que ahora parece que es la moda que llega al panorama futbolístico internacional. La venta de los derechos económicos de muchos jugadores del continente americano, y especialmente de los países del cono sur – Argentina, Brasil, Uruguay y, en menor medida, Chile – es un negocio que pervive desde hace ya algún tiempo juegos inflables.
Las entidades que regulan el fútbol internacional como, por ejemplo, la UEFA, ve con recelo la aparición en Europa de estos nuevos operadores que aspiran a ofrecer suculentas rentabilidades a los inversores. Los fondos de inversión van proliferando como flores en primavera atrayendo en interés de inversores, que ven como los rendimientos en los mercados de capitales no alcanzan las promesas derivadas de colocar dinero en este peculiar tipo de activos, los derechos de los jugadores, y además les sitúa en un lugar privilegiado de la información relativa de los traspasos (que supone, por otro lado, un intangible con un cierto reconocimiento social en determinadas esferas de la sociedad).
Los intereses de los reguladores, de las ligas profesionales, de los clubes, de los representantes de los jugadores, de los propios deportistas, de los inversores en este tipo de fondos y de entidades financieras, compiten entre sí. Se trata de un tipo de competición desigual: la FIFA y la UEFA aspiran a defender los deseos de los clubes en el sentido de otorgarles una posición predominante en la toma de la decisión final acerca de la continuidad de un jugador en su plantilla o en las adquisiciones. Algunas ligas, como la Premier League, prohíben la existencia de estos fondos, mientras que en otros países, como es el caso de España y Portugal, empiezan a ser habituales y se arropan en oficinas gestoras de reconocidas entidades financieras. Los representantes opinan de forma diversa, según les ha ido la película con sus primeras experiencias, mientras que los jugadores, especialmente los que comienzan sus carreras profesionales, quedan fácilmente deslumbrados por las condiciones especiales de sus contratos en el corto plazo.
Junto a las posibilidades que ofrece la presencia de las marcas de los clubes y de los deportistas en las redes sociales, estas dos fuentes de generación de beneficios constituyen los dos elementos que, en mi opinión, pueden alterar de manera más importante la relativa estabilidad de los tres ingredientes de los ingresos de los clubes de fútbol en Europa desde la consolidación de la presencia de la televisión en los estadios.
Carles Murillo es catedrático de Economía Aplicada de la Universitat Pompeu Fabra, director del Máster en Dirección y Gestión del Deporte en la Universitat Pompeu Fabra y director del Observatorio de las Relaciones con América Latina (ORLA-UPF).