Sábado noche, sentado en el sofa, buscando desesperadamente algo interesante en la televisión griega. La aventura del “zapping” terminó en el partido entre Reims y Lyon por la última jornada de la liga francesa. Un partido con buenos intentos por parte de los dos equipos, con muchas ocasiones de las cuales 5 se convirtieron en gol y dejaron el marcador en el impresionante 4-1 a favor del Reims que a pesar de su triumfo sufrió el descenso. En el momento cuando un lateral desconocido llamado Atila Turan marcó el golazo de la noche vi algo que me hizo reflexionar sobre el presente y el futuro del fútbol en mi país, Grecia. Vi el estadio casi lleno del Reims festejando, con una alegría auténticamente futbolera, el gol, la magia del fútbol que aunque su equipo acabaría en la Ligue 2 seguía viva dentro de ellos. Y pensé, “¿por qué en Grecia ya no podemos disfrutar del fútbol como ellos?”.

Después de un campeonato ganado por Olympiacos desde la primera ronda, o mejor dicho desde el primer mes, sobre todo por falta de competitividad y un año más sin éxito para los equipos griegos en Europa, queda la final de la última competición para cerrar una temporada con pocos momentos fútbolisticamente emotivos. La final de la Copa de Grecia entre el Olympiacos, que se clasificó sin jugar la vuelta ante el PAOK cuya directiva decidió no presentar al equipo por desacuerdo total con la organización, y el AEK que volvió después de 3 años a la primera división, debería recordar algo de fiesta del fútbol. Sin embargo, parece que es la punta del iceberg de la pésima situación del deporte en Grecia.

Hagamos un pequeño historial de lo sucedido con la competición: primero, fue el partido de ida de la semifinal entre el Olympiacos y el PAOK en Salónica el cual no acabó por una decisión arbitral de no ceder un penalti a PAOK en el minuto 88, algo que enfureció tanto sus jugadores como su hinchada. Después de lo sucedido en Salónica, el ministro de deporte, Stavros Kontonis, decide parar la competición y recibe el duro aviso por parte de UEFA y FIFA que si la situación continuara así, todos los equipos griegos, incluso la selección, se quedarían fuera de todas las competiciones y el fútbol profesional dejaría casi de existir. Con esta amenaza presente, el ministro decide poner de nuevo en marcha la Copa pero tal y como se mencionó antes, el partido de vuelta de la semifinal polémica nunca se jugó. El AEK por otra parte ganó su clasificación ante el Atromitos con un marcador agregado de 2-1.

Kontonis en sus contactos con la Federación de Fútbol para la realización de la final el domingo 7 de mayo puso unos requisitos como mínimo estrictos, como la presencia de tan solo 250 invitados de la Federación y 30 de los clubes en un estadio de 70.000 y un arbitro de su preferencia con sus auxiliares en los partidos europeos. La Federación eligió otros auxiliares, algo que causó una guerra de declaraciones entre los dos equipos que disputarán la final y sus respectivos presidentes. Y como si todo esto no fuera suficiente la policia anunció que la final se tenía que posponer por las manifestaciones en el centro de Atenas por falta de personal que se dedicaría a asegurar que se evitasen conflictos entre las dos aficiones en los alrededores del campo. Al final, los requisitos del ministro de deporte se cumplirán, estudiantes de primaria y secundaria ocuparán también una parte de los asientos del Estadio Olímpico y así tendremos final de Copa de Grecia este martes, 17 de mayo.

magia

¿Pero queremos esta final? ¿Una final en un estadio casi vacio, con los futbolistas seguramente cansados y desmotivados de tanto esperar, con dos presidentes dispuestos a seguir la guerra mediática después de los 90 minutos de juego y la Federación junto con el Estado listos para seguir como si nada entregando las medallas a los ganadores? El aficionado griego, el que de verdad ama al fútbol, ya ha saboreado muchas decepciones para poder aguantar muchas más y de esta magnitud. Tanta violencia, tantos partidos que nunca terminaron, juicios por amaños, presidentes corruptos, una selección al borde de la destrucción y el futuro parece todavía más borroso. Para muchos, ya no hay interés ninguno en el fútbol griego y se puede encontrar razón en esto. Hay que preocuparse por el futuro de uno de los deportes originalmente más democráticos pero aquí no se habla solo de preocupación y la necesidad de soluciones inmediatas sino de la incuestionable falta de pasión de la que padece el futbolero griego.

Lo peor que le puede pasar a un aficionado es perder esa pasión que le hizo levantarse, gritar, abrazar a sus amigos y burlarse, tener el típico pique de vez en cuando con ellos. Festejar un gol bello, quedarse boquiabierto con una improvisación fantástica sobre el cesped, solemnizar una victoria pero también frustrarse y aceptar una dura derrota. El fútbol se define en eso, en las emociones que puede provocar, los contrastes que siempre lleva.  Y aquí estamos a punto de dejarlo eliminado. Eliminado de nuestros sueños, nuestro cotidiano deportivo lleno de palabras repetitivas, escritas en periódicos que más se pueden comparar con la prensa amarillista que con la deportiva.

En la final del martes entre dos equipos con gran historia que han ofrecido algunos de los mejores relatos futbolísticos de los que quedan grabados no solo en la memoria de sus seguidores, no habrá ilusión por el partido. De los ganadores, algún protagonista tendrá que hacer las declaraciones de siempre para alimentar el contenido y hacer la portada de los periódicos del próximo dia. No nos sorprendería, quizás nos alegraría, que un jugador o un entrenador tuviese la valentía de representar a todo el público harto y dijera: “no importa la victoria, ni siquiera porque sea una victoria en una final. La magia del fútbol está perdida y esperemos que no sea imposible recuperarla”.

Postpartido: las predicciones desafortunadamente se han cumplido y la final de la Copa fue lo que temía: una representación en vivo del lamentable fútbol griego. En el Estadio Olímpico de Atenas, donde se conseguía escuchar las voces de los pocos VIPs que lograron tener un pequeño incidente con periodistas que cubrían el reportaje, el AEK ganó al Olympiacos con 2-1. Si se puede hablar de fútbol, el AEK simplemente fue el que tuvo más ganas de ser el que se llevara el trofeo y con eso pudo ganar a un Olympiacos sin conexión en su juego y su primera gran oportunidad de marcar en el minuto 80. Un partido ganado merecidamente por el conjunto ateniense pero casi sin nada de ofrecer al espectador que dedicó su tarde para verlo. El acto de celebración, con los jugadores levantando la copa frente a las gradas vacías dio la imagen de algo pretencioso, algo que en vez de regalarnos emoción nos llenó de vergüenza por lo que ha acontecido durante todo el mes.

¿Y la ironía? La foto que se hizo viral dentro de pocas horas es la de Chori Dominguez, que marcó el único gol del Olympiacos, besando la mano de la hija se su amigo Diego Buonanotte, jugador del equipo contrario. Los dos argentinos son amigos pero Chori, sin querer, nos dejó un marco memorable que tanta gente ha querido compartir porque quizás le ha obligado pensar cómo estaría el fútbol griego si le quedaba todavía un poco de romanticismo.

Angelos Maragos

Ex-alumno del Máster en Dirección y Gestión del Deporte de la Universitat Pompeu Fabra – Barcelona School of Management