El otro día me llegó un correo anunciando un debate, promovido por la Fundación del FC Barcelona, que por la relación de participantes prometía ser una sesión interesante y enriquecedora. Pensé que no iba a ser uno de los muchos webinar a los que todos vamos asistiendo en tiempos de confinamiento. El tema central del debate era el bulling en edad escolar y el ámbito deportivo.

Hubo numerosas reflexiones pero me quedo, en primer lugar, con unas cuantas definiciones y cifras.

  • Bullying: Acoso (maltrato físico, verbal o psicológico) que se lleva a cabo con intencionalidad, en una situación de desequilibrio de poder (donde a la victima le cuesta salir) y que se repite en el tiempo.
  • Hay un 25% de victimas de bullying en edad escolar
  • Hay bullying en el 9% de los entornos deportivos, aunque estos datos poco seguramente infravaloran la realidad, ya que las victimas cuando sufren bullying en el deporte tienden a cambiar de club o dejan el deporte.

Yo he sido deportista de élite, soy hija de profesores y me dedico al mundo del deporte y veo (desde la distancia) la gestión de equipos deportivos y puedo decir que me entristece ver, que desde que yo nadaba hasta la fecha, se ha evolucionado poco en la prevención de esta situación y en su tratamiento.

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Ahora que tenemos al COVID-19 en todos lados, me aventuraré a hacer un pequeño paralelismo de este maldito virus con el bullying, sin más que, por ejemplo, cambiar algunas de las reglas del juego.

Imaginemos que:

  1. Al virus lo llamamos bullying (en vez de COVID-19).
  2. El agresor es una persona que “sabe” que lo tiene y lo quiere transmitir a otro para sacárselo de encima y convertirse en INMUNE.
  3. La victima es la persona elegida por el agresor para contagiarla.
  4. Que los espectadores tienen la capacidad de ver el virus y la intención del agresor, pero que prefieren no acercarse por si les salpica el virus y les da miedo contagiarse.
  5. Qué el entrenador/profesor (considerado como espectador durante la charla) es el médico.

¿Te imaginas… que pasaría si este médico que actúa como espectador no tuviera herramientas para frenarlo, para avanzarse y/o para curarlo?

¿Te imaginas…que este médico, aún siendo consciente que no tiene herramientas, sabe que hay investigaciones que ya las tienen pero no se actualiza ni tiene ningún interés en profundizar en esta curación?

¿Te imaginas…que en los estudios de medicina no hayan evolucionado al ritmo que lo hacen las investigaciones?

¿Te imaginas…que este médico, además, sea el que inicie el ciclo y lo promueva, pensando que eso será bueno para su equipo y para conseguir su objetivo?

Imposible de imaginar, ¿no es cierto? Incluso si nos lo llegamos a imaginar que esto pudiera suceder, ocurriría que, seguramente, a este médico lo acabarían inhabilitando ¿verdad?

Resulta que este médico, que no nos imaginamos y que seguramente ninguno de nosotros querría tener cerca, es un perfil típico en entornos deportivos, tanto de alto nivel como de formación.

Tuve la mala suerte de encontrarme con uno de estos cuando vivía en el CAR de Madrid. Un entrenador (médico) que buscaba agresores dentro del equipo para contagiar a aquellos deportistas que no seguían el patrón que él consideraba correcto. Su principio de actuación se basaba en una premisa muy sencilla de entender: si te “contagiabas” serías más fuerte y por tanto te enfrentarías mejor a los retos del futuro.

Yo me contagié, no fui de los asintomáticos, tardé meses en recuperarme, y cuando lo hice, muchos de los espectadores vinieron a pedirme perdón, el entrenador (médico) nunca.

Si habláramos de medicina, este médico estaría apartado de su profesión, pero en el deporte se ensalza a este tipo de figuras.

En la actualidad observo desde la distancia entrenadores de fútbol a nivel formativo. Hablo con ellos. Les hablo de pedagogía, emociones, empatía, psicología; le hablo de la conveniencia de saber escuchar, ganarse la confianza; les hablo de la figura del educador y, me da la impresión de que no se ríen por respeto a mi persona. En sus miradas, sin embargo, creo captar que no entienden que todo eso forma parte de la figura del entrenador.

No me atrevo a entrar en el mundo educativo, pero lo he vivido de cerca con mis padres, y he visto como, ante situaciones de este tipo, se han preocupado por el tema, las han afrontado y han buscado recursos para que no se repitieran. Nunca lo han justificado como un “es normal” frase que, por otra parte, escucho muy a menudo en entornos deportivos cuando se trata este tema.

No soy una experta en la materia, pero después de escuchar atentamente a los profesionales de la conferencia, creo que si este virus es capaz de sobrevivir en un ambiente deportivo (donde hay objetivos en común, dónde la mejora y el bienestar de todos ayudará a conseguir lo que se propongan), me pregunto ¿cómo vamos a conseguir que se extinga en entornos donde es más difícil entender que el bienestar individual está vinculado al bienestar del grupo?

La vacuna del bullying puede que ya la tengamos y no la queramos usar. Esta vacuna consiste en formar y exigir a todos los “médicos” (entrenadores, profesores) que usen aquellas herramientas, dinámicas y acciones que ayuden a prevenir su aparición, a detectarlo y a frenarlo antes de que se contagie la primera victima.

 

Aina Conca Ruzafa

Operations Director, Kaptiva Sports

Profesora de la asignatura de Eventos y Competiciones Deportivas en el Máster en Dirección y Gestión Deportiva, UPF Barcelona School of Management