Nunca tuve dudas de que Rio 2016 nos podía ofrecer, unos grandes juegos olímpicos, una Gran Fiesta……. a la brasileira. Seguramente la palabra Fiesta es una acepción propia de España, que Brasil ha sabido apropiarse y adaptar a su particular idiosincrasia.

Si nos ceñimos a las imágenes que las televisiones nos han brindado, los Juegos de Río han sido excelentes:

  • Unos resultados deportivos de primer nivel, tanto por los records alcanzados como la preeminencia de las figuras deportivas: Phelps, Bolt, Ledecky, Biles, ….
  • Espectaculares escenarios para el desarrollo de las pruebas urbanas: ciclismo, marcha, maratón, triatlón, etc.…. abarrotados de público….
  • Estadios y pabellones llenos, con un venue look muy característico y acertad, con una torzida apasionada, muy fervorosa, o excesivamente fervorosa, de sus ídolos nacionales.
  • Una calidad excepcional en la producción televisiva.

Pero si hemos seguido las noticias seguramente se abren otras cuestiones:

  • La prioridad de celebrar unos Juegos en un país donde las prioridades debieran estar en otras áreas sociales, desgraciadamente esa es una decisión de los políticos que debieran asumir sus responsabilidades.
  • Los sobrecostes de construcción han duplicado las previsiones iniciales.
  • La excesiva privatización de la mayoría de la inversiones, abren un marco a la especulación inmobiliaria sobre las operaciones olímpicas.

Otros temas irresolubles y previsibles como:

  • La antorcha y las posibles acciones reivindicativas en su ruta.
  • El tráfico, en una ciudad de natural en estado de congestión permanente.
  • La escala de la ciudad, la inevitable distancia de las instalaciones a la villa olímpica, con los tiempos de traslado a las instalaciones de competición y de entrenamiento.
  • El funcionamiento de la villa, todo el mundo sabe que cuando se compra una casa hay tiempo de puesta en marcha inevitable, era previsible que tenía que haber habido un equipo que hubiese verificado y subsanado todos las deficiencias de la entrega de una vivienda, desgraciadamente la pagaron los australianos, y la acabó pagando la organización, el coste de imagen y el sobrecoste de los trabajos de puesta a punto.

Los Juegos tienen que ser una fiesta global o no serán. Por tanto no hay mas remedio que aprovechar la excusa de Río, de la crisis mundial, para seguir reflexionando hacía dónde tienen que ir los JJOO.

Está claro que es importante garantizar una estándar mínimo ¿ pero cuál? El mundo no tiene sólo una cara, una forma de ver la cosas, por suerte el mundo es rico en su diversidad y esa era hasta Sydney 2000 la riqueza de los JJOO, cada ciudad ha ido dejando su impronta, su sello de entender cómo hacer y organizar los JJOO.

Esperemos que la agenda 2020 del CIO, publicada en enero del 2015 permita romper la tendencia y el contra-sentido, de disponer la mayoría de las instalaciones en un área (el modelo de Sydney) que se ha replicado persistentemente en Atenas, Pekín, Londres, Sochi. Río, no es el modelo, la hiper concentración no es compatible con los conceptos de legado y de la sostenibilidad y esa es una contradicción que el CIO debe interiorizar, verbalizar y exteriorizar. Los modelos deben ser Barcelona y Atlanta, seguramente extremos, el primero por la dimensión de las instalaciones, las más pequeñas de la historia y por la dispersión, hasta un total de 17 sub-sedes se utilizaron en los JJOO de Barcelona, el legado olímpico de Barcelona es referencia, el caso de Atlanta se ubicaría justamente en el otro extremo, si ahora paseas por Atlanta será difícil descubrir alguna traza de los JJOO, aparte del Centennial Olympic Park inflatable park.

En la era digital hay que primar la calidad de las imágenes de la producción televisiva que incide directamente sobre las millonarias audiencias, que los privilegiados espectadores que asisten en directo a la celebración de las competiciones, debieran considerarse como puro atrezzo necesario para el éxito del espectáculo deportivo y que afectan directamente en el sobre-dimensionado de las instalaciones y en los costes de inversiones y su difícil rentabilidad y sostenibilidad “a posteriori” de los Juegos.

Isidre Rigau

Profesor de Eventos Deportivos del Máster en Dirección y Gestión del Deporte
Barcelona School of Management
Universitat Pompeu Fabra