Los organizadores de las competiciones futbolísticas más importantes del panorama mundial decidieron ya hace tiempo que, en caso de que el partido termine en tablas, el ganador se decida mediante el sistema delanzamiento de penaltis. Esta práctica sustituyó, ya hace tiempo, la verdadera lotería del lanzamiento de la moneda al aire como fórmula (imaginativa pero injusta) para decidir quién es el ganador.
Si el resultado de cualquier eliminatoria es de empate a goles, tanto en los primeros noventa minutos de juego como, luego, en el tiempo añadido de otros treinta minutos, el reglamento establece que se lancen tandas de 10 penaltis (5 por cada equipo) hasta que el marcador proporcione un ganador. El árbitro reproduce el lanzamiento de la moneda al aire que determina, al comienzo del partido, la elección de campo y el saque inicial. Ahora, sin embargo, el resultado de este sorteo, con igual probabilidad de éxito para cada uno de los dos equipos, resulta mucho más trascendente: el ganador del sorteo que efectúa el árbitro antes de dar comienzo a los lanzamientos tiene la particularidad de elegir la portería y el orden de los lanzamientos. Como señala acertadamente el profesor Palacios-Huerta, la evidencia muestra que el equipo que lanza en primer lugar gana aproximadamente 6 de cada 10 ocasiones, por lo que el resultado del sorteo le otorga una cierta ventaja al primer lanzador. En la última final de la Copa de Europa, Sergio Ramos parecía que ya había ganado cuando vio que después del sorteo previo al lanzamiento de penaltis Gabi, el capitán del Atlético, le cedía la oportunidad de que un jugador del Real Madrid fuera el que lanzara el primero de los penaltis. Ramos, muy probablemente, sabía bastante de todo esto.
Los elementos psicológicos seguramente explican esta evidencia y, es por ello, que la UEFA está analizando la posibilidad de alterar el orden habitual hasta la fecha. Por el momento, los lanzamientos se van alternando entre los dos equipos de tal suerte que el que lanza primero (equipo A) sigue haciéndolo siempre antes que el equipo rival (equipo B) o sea que el orden establecido es: AB-AB-AB-AB-AB. En el caso de que el equipo transforme el penalti el lanzador de B está sometido a una presión añadida ya que, como mucho, es decir en caso de acierto, logra empatar el marcador. Un sistema alternativo, propuesto por el mismo Palacios- Huerta, consistiría en efectuar los lanzamientos siguiendo el sistema del tie-break del tenis, es decir ABBA-ABBA-AB, con lo cual se mitiga este efecto perverso de la presión.
Otro de los aspectos importantes en el lanzamiento de los penaltis es el conocimiento del comportamiento del lanzador y también del portero. El jugador diestro (zurdo) lanza más cómodamente un penalti a su lado natural, es decir a la derecha (izquierda) del portero. El portero sabe cuál es la inclinación natural del lanzador. El delantero, por el contrario, puede llegar a conocer, ayudado de datos históricos, el comportamiento del portero (desde su dosis de gesticulación previa al lanzamiento, cómo orienta su mirada y hacia qué lado suele lanzarse y si ésta decisión responde a un comportamiento errático o premeditado).
Dejar la decisión del lanzamiento del jugador hacia un lado u otro (o al centro) de la portería) es sumamente arriesgado por no decir una temeridad impensable hoy en día. Que el portero, según le venga a su cabeza, decida quedarse quieto o moverse hacia su derecha o izquierda según un patrón de conducta no estudiado previamente puede conducir fácilmente al fracaso más rotundo. En Milán, los jugadores del Real Madrid lanzaron todos los penaltis a la izquierda del magnífico guardameta Oblak del Atlético de Madrid. Este resultado podría ser fruto de la casualidad, pero mucho me temo que más bien fue una consecuencia de un análisis detallado de la historia del portero colchonero debajo de los palos, cuando se dispone a tratar de atajar una pena máxima, y el resultado de un cuidadoso estudio por parte de los técnicos del Real Madrid.
No debemos señalar solo a Juanfrán por estrellar su lanzamiento en la base del poste derecho de Keylor Navas, sino al mérito de los despachos del los técnicos del Real Madrid que incentivaron a sus jugadores a lanzar de un modo determinado los penaltis. Oblak no pudo detener ninguno de los cinco lanzamientos de los jugadores blancos que poco después alzaban victoriosos una nueva Champions League. O, acaso, el Cholo Simeone hubiera podido emular a Louis Van Gaal que, en el desempate de los cuartos de final del mundial de Brasil 2014 ordenó la salida al terreno de juego de Tim Krul en sustitución del portero titular de la selección holandesa, Jasper Cillessen. Krul se convirtió a la postre en el héroe del partido al detener dos lanzamientos a los delanteros de Costa Rica, que no tenían previsto que éste fuese el portero que interviniera en una hipotética tanda de desempate a los penaltis. La salida al terreno de juego del segundo portero del Atlético, en sustitución de Oblak, pudo haber provocado también un efecto sorpresa para el que el Real Madrid no estaría seguramente tan preparado como demostró en los cinco lanzamientos efectivamente realizados.
El fútbol nos ofrece de nuevo un valioso ejemplo de cómo el tratamiento riguroso de la información y de los datos puede colaborar en la toma de decisiones para algo mucho más trascendente (en términos de prestigio, de reconocimiento de marca y evidentemente de consecuencias económicas) que el resultado de una lotería simple.
Carles Murillo Fort es catedrático de Economía Aplicada y director del Máster en Dirección y Gestión del Deporte de la UPF Barcelona School of Management. Es el coordinador del centro UPF Sports_lab de la Universitat Pompeu Fabra.
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